El test de La Roca: un trucazo para hombres que no quieren ser acusados de acoso sexual

Cuarta traducción, esta vez de The Rock Test: A Hack for Men Who Don’t Want To Be Accused of Sexual Harassment, de Anne Victoria Clark .


¿Sos un hombre confundido con cómo tratar a las mujeres con las que trabajás? ¿Sentís que si no podés decir o hacer cualquier cosa, entonces no sabés qué decir o hacer en absoluto? ¡Dejá de sufrir! Este trucazo te hará tratar a las mujeres como personas al instante.

Dwayne 'La Roca' Johnson

Desde Harvey Weinstein hasta, buen, todo Uber, parece que cada día bajan a un hombre rico y poderoso con acusaciones de acoso o abuso sexual. Y justo hoy el New York Times reportó que más hombres están evitando mentorear mujeres por miedo:

“Una helada recorre Silicon Valley a partir de estas historias, y la gente está hiper consciente y con miedo de comportarse mal, así que están intentando cualquier cosa” dijo un inversor, anónimamente, por los mismos motivos.

Algunos están evitando las reuniones a solas con empresarias mujeres, potenciales empleadas, y mujeres que les piden una reunión informativa o para hacer contactos.

Por más que navegar relaciones profesionales pueda llegar a requerir ese insoportable “algo mínimo de esfuerzo”, hay esperanzas. Verás cómo, siguiendo esta sencilla regla, vos también podés interactuar con mujeres como si se tratara de personas.

Es tan simple como esto: tratá a todas las mujeres como tratarías a Dwayne “La Roca” Johnson.

Lo sé, suena raro, pero, creeme: es un ejercicio de visualización que va a hacer maravillas cuando te toque lidiar con mujeres en tu trabajo. Cuando una mujer se te acerque, reemplazala mentalmente por La Roca. Después, actuá en consecuencia.

¿Confundido, aún? Hagamos algunas pruebas.

Situación #1: El Café

Karen es una amiga de un amigo que hace poco se mudó a tu ciudad y quiere hacer contactos en su rubro, en el que vos también trabajás. Te preguntó si querés ir a tomar un café con ella así le contás cómo se manejan. Pero hay un problema, Karen se ve así:

Karen

¡Changos! ¡Es bonita! Incluso tiene linda cara. ¿¿Qué hacer?? Digo, sabés que estaría mal tomarse la reunión como una cita, dado que claramente te dijo que sus intenciones son profesionales. Pero, por otro lado, es rubia, ¡como tu última novia! ¡Es todo tan confuso! Estás en terreno minado.

Pero transitar esta compleja situación puede ser fácil usando la Prueba de La Roca. Cerrá los ojos, respirá hondo, y, cuando los abras, pensá que Karen se ve así:

La Roca

¡Wow! ¡Karen se ve dura, y fuerte, y sudorosa! Se ve como una persona que está trabajando duro para conseguir sus objetivos, habiendo superado una situación que claramente no le estaba funcionando, en busca de cosas mayores y mejores. ¿Qué te parece preguntarle sobre eso? Pero, definitivamente, no te la intentes levantar. Parece como si pudiera matarte con la mismísima silla en que estás sentado.

Situación #2: La Reunión

Amanda es tu compañera de trabajo que tiene algunas preguntas sobre el gran proyecto que tu departamento acaba de hacerse cargo. Te pidió una reunión a solas para discutir algunos detalles del proyecto. Hay un único problema:

Amanda

Uf. Amanda no solo se ve en forma y atractiva y joven, sino que encima parece que no tiene un anillo de matrimonio. ¿Y si está dispuesta a hablar de su (presuntamente) aventurera vida sexual y la tuya? ¡Finalmente, alguien con quien compartir tu fetichismo secreto con el látex! ¿Qué chances hay de sostener esta reunión, que nada tiene que ver con nada de todo eso, enfocada durante todos unos 45 minutos?

De nuevo, cerrá los ojos, despejá tu mente, y pensá así a Amanda:

La Roca

¡Wow! Parece que Amanda estuvo trabajando duro, pero simplemente necesita una mano con un detalle que se encontró. Por suerte es lo suficientemente capaz como para pedir ayuda cuando la necesita, ¡qué profesional! Tenés suerte de contar con Amanda en tu equipo. Lamentablemente, definitivamente parece que no tiene tiempo para escuchar sobre tus cosas con el látex, sin importar cuánto te calienten esos guantes.

Situación #3: La Salida

Tu colega Jennifer y su equipo acaban de lanzar un nuevo proyecto exitoso, y te invitaron a salir a tomar algo para celebrar. Hay un único problema. Sí, adivinaste:

Jennifer y su equipo

Jennifer y su equipo son todas compradoras certificadas de las mejores casas de cosméticos. Incluso una de ellas está vestida con pollera. MI-AU, ¿no? ¿Cómo se supone que podrías guardar tus manos para vos mismo cuando hay tantas mujeres jóvenes sonriéndote? Todos sabemos que cuando una mujer te sonríe significa que le gustás de esa manera. Al menos así es como funciona en todas las pelis que viste y todos los clubes de desnudistas a los que fuiste. ¿Cómo podrías saber si esto simplemente es ir a tomar algo con colegas, o una oportunidad para masturbarte frente a un grupo como los que siempre soñaste?

Reemplazá rápidamente tu imagen mental con esta otra:

La Roca y tres policías

¡Wow! Jennifer y su equipo se ven realmente profesionales, y listas para enfrentar lo que sea. Con razón su proyecto es un éxito y quieren celebrar. Quizá puedas intercambiar con ellas historias de guerra de tus proyectos previos, o escuchar algunas de sus historias sobre cómo llegaron hasta acá. Algo es seguro, sin importar cuán ebrio te pongas: no te masturbes frente a ellas. De veras, el último chico que conozco que tocó a un policía inesperadamente terminó con la cara contra el cemento. ¡Fue una mala noche!

Así que, ¡ahí tenés! Ya aprendiste un modo rápido y fácil de interactuar con mujeres sin comportarte inapropiadamente. Simplemente ofreceles el mismo respeto, admiración, y sana dosis de temor que ofrecerías a cualquiera que pueda destruirte por completo si te lo merecieras.

Cuatro formas de fallar en Hacker School

Tercera traducción, esta vez de Four failure modes of Hacker Schoolers, de Allison Kaptur en el blog de Recurse (ex Hacker School).

Si bien habla específicamente de problemas para quienes asisten a HS, creo que muchos de los problemas que mencionan son buenos motivos para fundamentar por qué está bueno el enfoque diferente que proponen en HS.

Cuatro formas de fallar en Hacker School

Los nuevos Hacker Schoolers suelen sorprenderse de lo poco estructurada que es la Hacker School. Durante la HS, los participantes son libres de mejorar como programadores usando la estrategia que mejor les funcione, metiéndose en los temas que más les interese. Esto difiere bastante del ambiente de la mayoría de las universidades y trabajos, y en general lleva cierto tiempo acostumbrarse.

Los Hacker Schoolers son responsables de sus propias experiencias de aprendizaje. Si bien los facilitadores estamos ahí para dar soporte a los Hacker Schoolers y ayudarlos a aprovechar este ambiente lo más que puedan, nunca obligamos a nadie a meterse en proyectos, temas o estrategias que no les parezcan efectivas o disfrutables. Dado que la responsabilidad última del éxito está en manos de los Hacker Schoolers, son también libres de fallar: progresar poco o ser improductivos.

Este post muestra cuatro de los problemas más comunes con los que vimos lidiar a los Hacker Schoolers, sobretodo al comienzo de su estadía. El objetivo es ayudar a los Hacker Schoolers a darse cuenta cuando están en uno de esos casos y corregirlo rápidamente. El post no habla de cómo solucionar estos problemas, un poco porque las soluciones varían más entre individuos que los problemas, pero, más importante aún, porque creemos que es útil ayudar a la gente a reconocer y ponerle un nombre a las cosas que los complican.

No ser público

El primer modo de fallar es esconderse, o no ser público. Con “público” me refiero a ser visible de algún modo para los demás. Esto incluye pairear, bloggear, hablar en las presentaciones semanales, dar algún seminario a un grupo pequeño, hacer code review (ya sea revisando o siendo revisado), y hablar en nuestro chat interno. No estás obligado a hacer ninguna de esas cosas en Hacker School, pero tu experiencia va a ser mucho mejor si lo hacés. Ser público te permite aprender de tus pares, descubrir tus puntos flojos, y potenciar la experiencia de otros para que se muevan más rápido. Ser público es un prerequisito para recibir feedback, y esa es una gran manera de crecer.

Demasiado cambio entre tareas

El segundo modo de fallar es alternar demasiado entre tareas. Es difícil decidir en qué trabajar. Esto es algo con lo que la gente que tuvo una educación convencional o un trabajo común suele tener problemas al principio. Como estudiante, en general sólo tomás algunas pocas decisiones durante el cuatrimestre: qué materias cursar, quizá sobre qué escribir un paper, y eso es todo. El resto de las decisiones son para administrar tu tiempo, eligiendo cuál de todas las cosas que tenés que hacer vas a hacer en cada momento. Trabajando en una empresa con cierta jerarquía pasa algo parecido cuando tu jefe te establece prioridades y fechas de entrega. Pasar de ese modelo a uno en que vos sos quien decide qué cosas son las más importante, sin que te impongan fechas, es un cambio importante. Lleva cierta práctica dominar esta responsabilidad.

Este caso se da cuando los Hacker Schoolers se niegan en absoluto a priorizar sus tareas, o bien se obsesionan con priorizar todo. El resultado de ambos casos es el mismo: se la pasan alternando entre las tareas que les parecen más importantes minuto a minuto.

Aquel Hacker Schooler que no priorice en absoluto no podrá decirle “no” a ningún proyecto (ni siquiera “no ahora”). En general terminan con el día dividido en pedacitos de una hora de grupos de estudio, lectura, sesiones de pair programming, seguir tutoriales, trabajar independientemente… Todos en temas distintos y en lenguajes diferentes. Es muy difícil progresar de este modo. La mayoría de las personas subestiman el costo de cambiar de contexto.

El Hacker Schooler que se preocupe demasiado por priorizar desperdicia ciclos. Tiende a dudar más de su priorización en el momento en que su proyecto se complica. Como no está comprometido con el proyecto, es menos probable que pida ayuda, y más probable que se ponga a leer Twitter cuando se trabe con algo, y más probable que abandone el proyecto sin haber aprendido nada interesante.

Síndrome del impostor

La tercer forma de fallar, el síndrome del impostor, es un poco más tramposa. Hay tres problemas con el síndrome del impostor en Hacker School. Primero, personas que podrían ser grandes Hacker Schoolers no se inscriben porque creen que no van a poder entrar. Segundo, los Hacker Schoolers no intentan cosas difíciles, porque tienen miedo a fallar y que todo el mundo sepa que son un fraude. Tercero, los Hacker Schoolers no publican su trabajo o evitan exponerse de algún modo.

El síndrome del impostor asusta un poco. Es particularmente dañino en Hacker School porque ésta se basa en que los individuos se exijan y tomen riesgos. Como ya mencionamos, los organizadores de Hacker School no imponen a nadie tareas ni proyectos. Si te quedás en tu zona de confort y sólo trabajás en cosas que sabés que podés hacer, te estás quitando la oportunidad de tener un excepcional crecimiento personal.

La otra cara de esto es que Hacker School no tiene consecuencias por “fallar” en un proyecto. Podés trabajar en algo por varias semanas antes de decidir que es imposible, inconsistente con tus objetivos de aprendizaje, o simplemente ya no te es útil. Hay pocas desventajas por no terminar un proyecto en Hacker School. Esto es bastante distinto a la mayoría de los trabajos, cursos universitarios y proyectos de investigación de doctorado, y alentamos a los Hacker Schoolers a aprovechar al máximo este ambiente e intentar hacer cosas de las que no están seguros de si pueden lograr.

Cacería laboral – motivaciones extrínsecas

El último gran problema de los Hacker Schoolers es la cacería laboral. No sólo consume tiempo y distrae, sino que además cambia las motivaciones de los Hacker Schoolers. Hacker School se basa intensamente (hasta el punto del fallo) en las motivaciones instrínsecas. Estar cazando empleos, por el contrario, alienta a los Hacker Schoolers a empezar a pensar qué partes de su trabajo van a impresionar más, o cómo pueden hacer que sus proyectos reluzcan más. La gente en general termina perdiendo el tiempo en proyectos que no les interesan porque creen que alguien, en algún lado, va a quedar impresionado. En realidad, es bastante difícil hacer un gran trabajo en algo que odiás.

Previamente en la historia de Hacker School le decíamos a la gente que no piensen en empleos durante Hacker School. Esto tampoco era una buena idea, como explicamos en Errores que cometimos. Ahora tratamos de ayudar a los Hacker Schoolers a lograr un balance con sesiones opcionales de preparación para entrevistas fuera del horario oficial de Hacker School.

Si sos un Hacker Schooler que está luchando con algunas de estas problemáticas durante tu estadía, sabé que es bastante común sentirse así, y que también es bastante común sentirse más cómodo a medida que pasa el tiempo y que experimentás con diversas estrategias. Para usar la frase de Kathy Sierra, estos problemas son típicos y temporales. Reconocerlos pronto para poder cambiar tus hábitos te va a ayudar a que aproveches al máximo esta oportunidad.

Si hubiera sabido entonces lo que estoy empezando a saber ahora

Segunda traducción, esta vez de If I knew then what I’m beginning to know now, de Aubrey Sabala.

Ay, Aubrey. Estás asustada. Nah, aterrorizada.

Estás sentada en el piso de tu departamento en el DC, agotada. En el teléfono – de línea, por su puesto, porque es 1999 – llorando.
Hoy trabajaste ocho horas y después fuiste a la facu y te dieron para leer 250 páginas. Para mañana.

Ya son las 9 de la noche… y lo último que comiste fue el almuerzo, y fue un snack que compraste en una megafarmacia. En este momento tenés aproximadamente U$S 42 en el banco, y estás con hambre y cansada y cuestionándote todo y ya no creés que puedas llegar a lograrlo.

Estás metiéndote de lleno con la facu y tenés que trabajar todo el día y no sos de las que abandonan.
Vos. No. Abandonás.
Pero.
Pensás que necesitás hacerlo.
No podés bancarte U$S65.000 por año, y, aunque las clases son interesantes, no sabes cómo es que efectivamente van a ayudarte en tu carrera. Porque, asumámoslo: No. Tenés. Idea.

Llamás a tus padres (tenés 22 y eso es lo que tenés que hacer).
Sos una buena chica y no querés decepcionarlos. Ellos se endeudaron para que puedas ir a la facultad que amabas, esa institución de otro estado que les cuesta decenas de miles de dólares.

Lo hiciste bien. Sobresaliste.
Te esforzaste con Biología y Genética porque te fueron un desafío, y tomaste clases de Escritura y Marketing en las que sabías que tenías el 10 seguro para mantener tu promedio y así poder estudiar Medicina después. Pero lo que realmente estabas haciendo era estudiar lo que te salía naturalmente fácil. Estabas haciendo lo que amabas. Lo que seguís amando.

Pero eso te trajo acá, a esta noche en el frío piso de una cocina, cagadísima en las patas de admitir que pudiste haber elegido mal. De que te habías anotado “en secreto” a esta facultad, como alternativa a estudiar Medicina. Porque en lo más profundo de tu ser sabías que trabajar en un laboratorio con la genética no era realmente lo tuyo.
Hiciste tu apuesta, y pagó llevándote a Georgetown, en este nuevo y prestigioso programa.
Tuviste suerte.

Estás. Cagadísima.

Le decís a tus padres que te vas a tomar un tiempo sabático. Ellos lo cuestiona. Pero no hay mucha opción, realmente: lo vas a hacer.

Empezás a trabajar full time.
Comenzás a hartarte del DC, odiás la política de la ciudad.
Trabajás demasiado.
Te enganchás con un flaco que tiene novia y no podés entender por qué no te elije a vos.
Te mudás a Atlanta.
Compartís tu habitación con un loco cualquiera.
Empezás a disfrutar la vida.
Empezás a disfrutar el trabajo.
Empezás a estar cada vez menos asustada.
Comprás una casa.
Tenés un perro.
Tu plan de mudarte a Nueva York y escribir para una revista no ocurre.
El 11 de septiembre sí ocurre.
Tus padres se separan después de que tu papá logre escapar de la Torre Uno del World Trade Center y conozca a una mujer que ahora es su esposa.
Empezás a trabajar para Google.
La gente lo pronuncia “Gugul” y te pregunta si sos millonaria cuando empeza a cotizar en bolsa. Gente de atlanta… no son muy finos.
Te mudás a California.
Conseguís trabajo nuevo.
Después, tras unos años, otro más.
Ganás confianza y te das cuenta de que eso que viniste negando, esa cosita de escribir, es lo tuyo. Es lo que siempre fue lo tuyo.

Hacés nuevos amigos.
Finalmente encajás en algún lado.
Tomás riesgos y te mandás un montón de cagadas y tomás demasiado y te decepcionás y te enamorás del hombre equivocado… Y después volvés a hacer todo eso de vuelta. Un par de veces.

Se te pasa el amor por California y te mudás a Nueva York. Y, mierda, ES JODIDO.
Ahora tenés 30 y sos soltera y trabajás demasiado y priorizás las cosas equivocadas. Y tenés una tendencia a evitar las cosas difíciles, las cosas reales.

Nunca llorás.

Te armaste una pared y le mostrás a la gente la persona que creés que quieren ver. Trabjás en marketing, y sos tu mejor proyecto. ¿Tu marca? Pinta bien. Es radiante y feliz y funciona.
Sos miserable.

Y estás manejando en un auto con un hombre con el que saliste un par de veces y te dice que le parece que estás deprimida. Y te das cuenta de que lo estás.
Y querés escapar. Querés evitarlo y correr y no sentir porque si empezás a sentir, no hay vuelta atrás. Tenés miedo de llorar por podrías no parar nunca.

Pero…

Recordás a esa veinteañera aterrorizada en el piso de la cocina. Y 14 años más tarde, querés decirle a ella que todo va a estar bien. Porque lo va a estar.

Entonces, en vez de correr, escapar, te ponés firme. Sentís. Llorás y, sí, parece que nunca vas a parar. Pero parás.
Vas a un terapeuta (estás en Nueva York, casi que mandatorio acá).
Empezás a cambiar, de a poquito. Es sutil, pero poderoso.
Empezás a ser honesta con vos misma… Brutalmente honesta.
Empezás a tomar decisiones diferentes, pero cada tanto volvés a los viejos hábitos. Está bien: un día a la vez.
Sos paciente y cuidadosa y compasiva con vos misma. Y es muy, muy duro.
Realmente. Duro.

Pero, ¿Aubrey? Vos conseguiste esto. Estabas bien, y ahora estás bien, y vas a seguir estándo bien.

Entonces escribís esto, una carta abierta a vos misma.
Y la publicás porque es hora de actuar con vulnerabilidad.
Y honestidad.
Y tal como aquella Aubrey joven, en el suelo de la cocina, con lágrimas en la cara, te sentís liberarte de algo que tenías agarrado adentro.
Y es un comienzo.
Es hoy.

¿Qué intentaste?

Arranco el blog con mi traducción de un artículo muy interesante de Matt Gemmell: “What have you tried?

Si sos un desarrollador y estás por hacerle una pregunta técnica a otro desarrollador (ya sea en un foro, mail, chat o en persona), mejor que estés listo para contestar la pregunta “¿Qué intentaste?”.

Por supuesto, esto no es exclusivo del desarrollo de software, pero esa es mi área, y es la que me motivó a escribir eso por ser con la que más familiarizado estoy. Estoy (lamentablemente) seguro de que aplica a tu industria, también, sea la que sea.

El tema es que hay un mal en el mundo del desarrollo de software, una especie de enfermedad. Es una enfermedad extraña, porque no es algo que te agarrás cuando entrás a la industria (como las canas, la adicción a la cafeína o la úlcera), sino algo que los nuevos ya traen consigo cuando entran.

Antes de seguir, una rápida aclaración: cuando digo “los nuevos”, no me refiero sólo a los recién graduados y gente jóven. Hay quienes dirán que esta enfermedad es producto de los modernos sistemas de educación occidentales, y que las cosas solían ser mejor antes. Puede que eso sea cierto, como puede que no; no me siento calificado para determinarlo, y ese no es el punto que quiero exponer. La enfermedad de la que hablo parece aplicar a jóvenes y veteranos por igual.

La enfermedad, por supuesto, es el pésimo enfoque en la resolución de problemas. Este es un ejemplo real extraído de un foro en internet:

 

1) Puedo yo establecer conexión http en una aplicación.

si puedo, necesito el código.

Miré NSURLconnection. No puedo integrar ese código.

2) Quiero mostrar una imagen en el sitio web.

¿Alguien es tan amable de darme el código?

Si alguien tiene un ejemplo simple por favor démelo.

 

Entonces, ¿dónde está el problema? No está en el uso del idioma (es bastante evidente que esta persona no habla español nativamente, y eso no importa mientras la intención esté clara – que lo está). No está en la puntuación ni la gramática, porque esas cosas tampoco son particularmente importante en este contexto mientras no se conviertan en barreras para entender la pregunta.

El problema es que la táctica para resolver problemas de esta persona es pedir la solución. No es pedir consejos sobre cómo encarar la tarea, ni preguntar el nombre de las clases en las que debería empezar a buscar, ni un link a un ejemplo: simplemente pedir el código, completo y funcional. Esto no es resolver problemas, y la ingeniería de software ES resolver problemas.

Es interesante notar que el ejemplo de arriba no es tan pésimo como podría serlo: hay un dejo de iluminación en eso de que “Miré NSURLconnection”. Esa frase inspira un poquito de confianza, dado que NSURLConnection es efectivamente una clase que hay que conocer para hacer conexiones HTTP en Cocoa. Aún así, parece ser que “mirar” es el esfuerzo máximo de nuestro amigo: no pudo integrar el código, por lo que se rindió.

Este problema lo vemos constantemente (y no me refiero a problemas al hacer conexiones HTTP). Existe una clase de “desarrolladores” cuya primer y única estrategia de resolución de problemas es simplemente pedir una solución completa en algún lado, generalmente en foros u otros canales de ayuda apropiados. Su objetivo es el mismo que el nuestro: tener código que resuelva el problema, que sea susceptible de enviarse al cliente. Ese objetivo es razonable, y bastante natural.

Lo que no es natural es la falta de voluntad (no se si llamarla incapacidad, dado que, después de todo, muy pocas cosas son realmente dificiles si aplicás el esfuerzo y cabeza suficientes) para cumplir ese objetivo mediante un proceso de auto-educación, reales intentos y el proceso iterativo clásico de refinar y mejorar hasta crear algo aceptable. Este proceso, a su vez, te deja mejor preparado para enfrentar el próximo desafío, y tarde o temprano descubrís que:

  • hay grupos enteros de problemas conocidos para los que ya sabés la respuesta y los podés resolver con confianza; y
  • sos capaz de encarar problemas desconocidos generalizando tus conocmientos actuales y efectuando una pequeña investigación enfocada.

Esto no es ningún truco de la ingeniería de software: este es el proceso para aprender cualquier cosa.

No es un secreto propio de las instituciones de educación avanzada, simplemente es como funcionan las cosas: empezás desconociendo partes de un tema, y teés que resolve run problema relacionado con él. La forma honesta y sostenible de lograrlo es mejorar tu entendimiento. Para esto:

  1. Te formulás una pregunta que, cuando encuentres la respuesta, mejore tu entendimiento en mayor o menor medida; y
  2. Tratás de responderla.

Hay que notar el segundo paso de esto. Decir que conseguir la solución completa por arte de magica satisface este proceso es ser vago y deshonesto, y probablemente te hace una persona que no merece ser ayudada. Después de todo, ¿por qué habría alguien de hacer tu trabajo por vos?

Vi montones de casos de gente con esta molesta falta de volutad de aprender o investigar o probar. Liberé montones de código a lo largo de los años, y soy bastante visible en la comunidad open source por las plataformas con las que trabajo. Como parece que los contribuidores open source son vistos como profesores freelance, eso significa que recibo montones de mails pidiendo ayuda con una cosa u otra. Y trato de ayudar cada vez que puedo.

Desde el lanzamiento de Mac OS X ayudé literalmente a cientos de personas que querían arrancar con Cocoa. No mando respuestas preparadas, tampoco: contesté cada mail individualmente. Desde problemas específicos de código (incluidas, pero para nada limitadas a, preguntas sobre mi propio código) y recomendaciones de libros, hasta consejos sobre cómo iniciarse en la programación en general; cumplí con mi deber en ese asunto, y realmente creo que es un deber. La gente con capacidad de hacerlo en cualquier medida debería ayudar a quienes a su vez pueden ser capaces de hacer lo mismo. Seguramente esa sea una verdad fundamental, además del deseo de todos nosotros.

Pero eso es la vida real, y ningún principio está exento de ciertas consideraciones de la realidad. La ayuda puede ser principalmente gratis, pero eso no significa que no haya una relación costo-beneficio que considerar. Mi beneficio puede ser una leve sensación de calorcito en el pecho en vez del vil dinero, pero si me hacés sentir que desperdicio mi tiempo va a valer más la pena ayudar a alguien que realmente quiera aprender.

Éste es el secreto: la voluntad y las ganas de aprender son las verdaderas aptitudes.

No dije habilidad: todos tenemos distintos niveles de habilidad (natos y adquiridos) para adquirir ciertos conocimientos o técnicas. Algunos (probablemente la mayoría) pueden mejorarse con la práctica, y otros no (y es un error generalizar a la habilidad de alguien en una disciplina las dificultades que tiene sólo en algún aspecto de la misma). Pero si vas a involucrar el tiempo y esfuerzo de otra persona para resolver algo, más vale que te lo ganes (y más aún si lo hace gratis).

Ganárselo no se trata de tirarle un par de unidades de alguna moneda a quien te enseñe, ni significa resolver adecuadamente tu problema: se trata de intentarlo a fondo. E intentarlo es justamente lo que esta raza de desarrolladores de la que hablo extrañamente no tiene ganas de hacer. Entonces, obviamente, muchos de nosotros los ignoramos. Fin del problema, ¿no? No.

Existe un devastador efecto negativo causado por la proliferación de esta falta de voluntad de resolver sus problemas uno mismo: quienes están en condiciones de ayudar dejan de frecuentar los foros, listas de correo y salas de chat. “Demasiado ruido”, dicen, con algo de razón. Los que pierden son los verdaderos (me refiero a los que realmente tienen la voluntad de aprender, sólo que recién están empezando con algún tema en particular) desarrolladores que naturalmente eligen esos lugares para resolver sus genuinas dudas. Esos ven reducidas sus chances de conseguir ayuda significante, debido al esfuerzo que implica distinguir a quienes merecen el esfuerzo de quienes no.

Esto es desastroso, y pocas veces fue tan crucial, dado que, lógicamente, las plataformas más nuevas o que tienen gran auge son las que más sufren este fenómeno. La gente realmente experta es poca, el nivel de experiencia promedio es menor, la ayuda requerida suele ser más, y es mucho mayor la proporción de haraganes a la que sólo le interesa cobrar. iPhone y Android son dos tecnologías que ejemplifican esto.

Así que, así vas a hacer una pregunta técnica, lo primero que tengo para decirte es: ¡Genial! Estas haciendo una pregunta, así que hay grandes chancees de que estés queriendo aprender algo. Eso suele ser genial, y me preparo para felicitarte por ello.

Pero, un momento: ¿Pensaste bien (realmente bien) qué es lo qué vas a preguntar? ¿Es buen momento para preguntar, o hay todavía algún paso previo qué puedas dar para hacer que tu pregunta sea más clara (¡bien!) o innecesaria (¡mejor aún!)?

Tomarte unos minutos y pensá en lo siguiente:

  • ¿Acotaste el problema o la pregunta lo suficiente como para estar preguntando algo concreto? En ingeniería de software, la mayoría de los problemas pueden dividirse en dos categorías: (1) cosas que podés seguir dividiendo y acotando; y (2) cosas que ya sabés hacer o que podés buscar fácilmente.
  • ¿Es tu pregunta lo suficientemente estándar como para que seguramente tenga que haber ejemplos y documentación disponible? No existe en el mundo un framework para hacer interfaces gráficas que no tenga en sí documentación un ejemplo para crear una ventana en la pantalla. No hay lenguaje de programación que no explique como leer el contenido de un archivo. Ojeá la documentación, o hacé una búsqueda rápida. Si tu duda es así de simple, la respuesta seguramente esté al alcance de la mano. ¡Busque, busque!
  • Buscá en internet. Parece un consejo tonto, pero buscá en internet. Si te está costando conseguir resultados útiles, acotá la búsqueda. No busques “instrucción if” si solo estás buscando el if de Ruby: buscá “instrucción if ruby”. Mejor aún puede ser encontrar un sitio específico de la tecnología que te interesa, y buscar ahí. En el caso de Cocoa, sería la lista de mensajes de CocoaBuilder. Probablemente ya alguien haya hecho tu misma pregunta (¡o incluso cientos de alguienes!).
  • Quien sea que haya hecho tu framework, API o lo que sea, también tuvo que haber hecho códigos de ejemplo. En serio, seguro que lo hicieron. Lo diseñaron para que te ayude a iniciarte con cuestiones comunes, y puede que haya código que resuelva al menos una parte de lo que querés hacer. Te lleva unos pocos minutos fijarte, y, en el peor de los casos, al menos conseguiste un montón de ejemplos para tener a mano a futuro.
  • Usá la ayuda online de tu IDE. XCode tiene un navegador de la documentación. Eclipse y otros te muestran el javadoc de las clases. PHP.net te cubre con tus scripts PHP. Encontrá la referencia primaria de lo que estés usando, y buscá ahí. La mayoría de las veces vas a encontrar algo útil ahí.

OK, entonces ya revisaste estos pasos e intentaste varios de ellos. Ahora sí puedo decirlo: felicitaciones, tu problema ya está resuelto, o ya estas oficialmente listo para ser ayudado.

Cuando te pregunte “¿Qué intentaste?”, podrás decirme con confianza que intentaste todo esto, y me vas a poder decir todas las cosas útiles que averiguaste mientras buscabas, o al menos vas a poder decirme que realmente no encontraste nada. A esta altura, voy a ayudarte, porque puedo ver que querés aprender, y que tenés voluntad de esforzarte para lograrlo, por lo que voy a querer enseñarte.

Esa es la clave que hay que entender. Cuando te preguntan “¿Qué intentaste?” no te están diciendo “muéstrame tu código o púdrete”. Lo mínimo que tenés que hacer es tratar de ayudarte a vos mismo (y lo de “tratar” es lo realmente importante).

No es solo para no enfurecer a alguien que de otro modo te habría podido ayudar, sino para tu propio crecimiento personal. Hacelo las veces suficientes, y vas a ver como empieza a bajar la cantidad de veces que realmente necesites preguntar. Además, vas a empezar a estar en posición de ayudar a otros (incluyéndome), así que ¡todos ganamos!

Así que la próxima vez que estés pensando en hacer una pregunta, mejor que tengas una buena respuesta a “¿Qué intentaste?”.

Si tu respuesta se acerca a “no mucho”, créeme: la próxima pregunta que te hagan va a ser “¿Por que habría de ayudarte, entonces?”

Cualquier comentario sobre el artículo o la traducción es bienvenido.

También, siguiendo con la genial idea de Matt, el dominio http://QueIntentaste.com.ar va a estar apuntando a esta página.